Los terruños de las fincas de VIÑAS DE ALTO SALVADOR se diferencian entre sí y se complementan a la vez.
La uva de nuestros vinos está modelada por los suelos de sus fincas, cada uno con sus propias características físicas, diferente velocidad de drenaje e intensidad con que reflejan la luz y absorben el calor del sol y una estrecha relación con el clima local. Este conjunto genera el mentado “microclima”, que surge de la ubicación de cada viñedo y de la influencia del ecosistema que lo rodea.
Los suelos de las fincas de VIÑAS DE ALTO SALVADOR tienen un manejo exclusivamente orgánico, vale decir sin plaguicidas, pesticidas, insecticidas, fungicidas o herbicidas de ningún tipo. Los fertilizamos únicamente con abonos orgánicos y mediante el uso de pasturas que aportan de forma natural sus nutrientes, con exclusión de productos químicos extraños a los procesos bióticos. Este cuidado permite la subsistencia y proliferación de la macro y micro flora benéficas y de la fauna del lugar.
La FINCA LA SEDE está situada en el oasis Central mendocino, en el distrito de Alto Salvador, San Martín, Mendoza.
La FINCA DOÑA CRISTINA se levanta en El Ñango, distrito de Montecaseros, San Martín, una zona del valle Central donde ya se asoma el desierto mendocino.
Las cepas están plantadas en hileras orientadas en sentido norte/sur. Los cielos límpidos aportan largas horas de sol durante el día, desde que nace hasta que se apaga.
Cada finca tiene su propia característica climática y amplitud térmica y su identidad. En FINCA DOÑA CRISTINA –la principal de la empresa– el aire seco y un espacio cuidado y ecológicamente protegido generan un ambiente sano y equilibrado, sin plagas ni enfermedades. Por esto, entre otras razones, la sanidad de nuestras uvas es excepcional.
La lluvia escasea todo el año, como en todo clima desértico. El suelo arenoso aumenta la calidad de la uva porque es permeable hasta una gran profundidad, de modo que el agua no se detiene en la superficie y fácilmente pasa a las capas inferiores, obligando a las vides a esforzarse y extender sus raíces en las entrañas de la tierra.
Una cepa criada de esa forma, en dura y permanente lucha por la subsistencia, no puede menos que prolongarse en racimos vigorosos y sanos donde cada grano de uva testimonia el ansia por vivir y el esfuerzo por adquirir su perfil característico.
Esta es la razón por la cual nuestros viñedos de Malbec, Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Sangiovese y Syrah tienen la tipicidad del varietal pero además el toque personal del medio que los produce, único e irreproducible: nuestros vinos, absolutamente puros, no pueden sino originarse en racimos igualmente puros, sanos, fuertes y plenamente naturales.
En ese semidesierto la irrigación es esencial. La realizamos mediante un moderno sistema de riego por goteo. El agua proviene de una perforación de 300 ms. de profundidad donde hemos encontrado una napa formada por el deshielo de los Andes que almacenamos en una represa de 5.000.000 litros para irrigar los viñedos a través de 170.000 metros de conductos.
El proceso está manejado por una computadora que funciona en el corazón de la finca, allí donde nace un parque ecológico de diez hectáreas –que nos pertenece y forma parte del establecimiento– que hemos dejado intacto, tal como la naturaleza lo hizo, con su flora y su fauna autóctonas, que con el aporte de su valiosa biodiversidad integran el complejo biótico de esta finca.
En ese clima y entorno privilegiado que es un himno al valor de los recursos naturales y al trabajo del hombre, nuestras uvas maduran de un modo correcto, adquieren un sabor diferente y paulatinamente se convierten en la base ideal para elaborar el vino orgánico ALTO SALVADOR, que además reúne todas las características de los mejores vinos convencionales.